Desde mi más tierna infancia viví rodeada del mundo del arte porque mi padre siempre estuvo unido a ese mundo. Sin remontarnos más allá de mis abuelos, partimos de mi abuelo paterno, que fue director de la banda de música de Garachico a principios del siglo XX. Sus hijos heredaron todos las características y las actitudes asociadas al mundo del arte. Como ejemplo comento que, mi padre, cuando me llamaba porque yo tenía que regresar a casa y yo estaba jugando por los alrededores con mis amigos y amigas de la época, silbaba la Para Elisa de Beethoven, y yo regresaba a mi casa corriendo. Esta fue, entre otras, una de sus facetas artísticas de mi padre (polifacético) que otro día comentaré. Pero hoy me centro en mi tío Antonio Servando, pintor, escultor y creativo al máximo nivel.
En la primera mitad del siglo XX, mi padre, con mis tíos Antonio Servando y Olga González (y otras personas que ya comentaré en futuras entradas), viajaban por el archipiélago (especialmente iban a Gran Canaria) porque habían organizado un grupo artístico con inquietudes en todas las artes.
Sin duda, mi tío, Antonio Servando, ha sido uno de sus exponentes más preciados y, en el enlace, les pongo un ejemplo de su obra. Tuvo un estilo vanguardista. Cuando yo tenía 4 años, me llamaba la atención el colorido y la originalidad de sus cuadros, expuesto en las casas de mis diferentes tíos y tías. Años más tarde vi la colección expuesta en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife) y me sorprendió de nuevo su originalidad y cómo enlaza con el estilo de vida que yo admiro y valoro.
Agradezco a la vida que me haya dado los genes de esta familia y me haya concedido, al menos, la capacidad para apreciar el arte en todas sus facetas (lo cual está unido al aprecio de la belleza), y la capacidad creativa (en mi caso, me permite resolver problemas con soluciones creativas y crear entornos confortables, bellos y ¡económicos!).