Del 31 de octubre al 2 de noviembre se celebra la Fiesta de los Finados en Tenerife y en otras islas del archipiélago canario. Es una tradición en la que los jóvenes cogían la talega y pedían casa por casa preguntando "¿hay santos?", la dueña o el dueño decían que sí y depositaban almendras, nueces, higos pasados o castañas.
En los pueblos, la muerte de una persona no pasaba desapercibida. Todos participaban y convertían la casa del muerto o de la muerta en centro de encuentro y reunión. Aún recuerdo el día del entierro de mi tía, hermana de mi madre, que murió joven, dejando a cargo de su marido un niño y una niña pequeños. Mi padre me fue a buscar al puerto de Santa Cruz. Yo venía en un barco de un viaje de fin de curso realizado a Lanzarote (yo tenía unos 17 años). Mi padre me llevó a Santa Úrsula, donde estaba mi madre, y me encontré la casa llena de gente del pueblo y de otros lugares que bebían licores y tomaban pastas y frutos secos. En un momento dado, se dio la "orden" de colocarse para ir a celebrar el entierro a la iglesia y nos organizaron en filas en función de la cercanía a la difunta. Así llegamos caminando desde la casa a la iglesia.
Es un recuerdo que ha quedado imborrable en mi mente. A pesar de la tristeza, había cierto ambiente de celebración que deseaba el paso a la eternidad de la finada.
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